El Yin y el Yang de Rafa Nadal, sabio guerrero

Me siento aquí delante del Pc y empiezo a pensar en qué escribir sobre Rafa y, aunque acaban de terminar los cuartos de final, a mí me da igual el resultado, lo único que me viene a la cabeza es admiración, mucha admiración. Acabo de decidir que no voy a hablar de esta final, sino de él, o mejor dicho de sus dos Rafas, de su Yin y su Yang. O, como buen Géminis, de sus dos gemelos.
Lo conocí con 15 años cuando ganó su primer Future en la Academia Sánchez-Casal, era un adolescente, me impactó primero lo bien amueblada que tenía la cabeza, pero me chocó la diferencia de la mirada de guerrero en la pista a la de angelito fuera de la pista.
En la etapa de Copa Davis lo conocí más a fondo, y como buen géminis sus dos yos se habían desarrollado más y estaban más marcados todavía, me conquistaron ambos.
El Rafa guerrero, el fuego, la pasión, el luchador que se prepara para la batalla casi como un Samurai el día de la batalla, para Rafa cada partido es como si fuese el último, y hará todo lo que sus condiciones le permitan para conseguir el objetivo, que es no dar opción al contrario, sino morir por unos valores.
Pero no muere, gana y, al ganar, se produce la transformación, es como si se liberase del guerrero, como si el saber que tendrá otra batalla le relajase, y aparece la otra mirada, el otro Rafa, el reflexivo, el humilde, el pensador, el niño que lleva dentro, el sabio.
El miércoles estuvimos viendo su partido contra Almagro junto a Albert Costa y Carlos Moya Al acabar pasamos por el vestuario a saludarle, allí estaba tumbado en la camilla de su fiel escudero Maimo poniéndole hielo, cuidándole con tacto, a un lado Carlos Costa, con su BB humeando, y al otro Toni, el estratega sonriente. Rafa en su mirada tenía la luz de la victoria, ese puntillo de felicidad tras el trabajo bien hecho. Lo miré y me pareció que allí estaba el junior del 2005, como si no hubiese pasado el tiempo y acabara de alcanzar su primera semifinal. Nos preguntaba y hablábamos del partido, y parecía que quería reafirmarse en su lectura; si sumamos los títulos, los que estábamos allí no hemos ganado ni la mitad que él, pero él prestaba mucha atención, como si fuésemos catedráticos, absorbiendo cualquier comentario. He aprendido observándolo que él se nutre de todo, se llena el depósito de escuchar, se refuerza con su fidelidad a su grupo pero siempre está atentísimo a cualquier otro comentario que le pueda servir en pos de su objetivo. El guerrero aprende, el reflexivo escucha y así él almacena información para alguna batalla futura.
Otro recuerdo que me viene, en su primera eliminatoria de Davis conmigo, le pregunté si prefería que le hablase en el partido de lo que estaba pasando (algunos jugadores no les gusta) y su respuesta fue con 19 años: “Desde fuera todo se ve mejor, y como confío en ti por tu experiencia seguro que lo ves mejor que yo que estoy nervioso, y lo que me digas me ayudará en mi objetivo que es ganar”.
He querido mostraros en esta pequeña columna a los dos Rafas, si tuviese que escoger no se a cuál de los dos prefiero, ambos geniales, el guerrero metódico y pasional, o el reflexivo humilde y analizador, el sabio. El yin y el yang se fusionan uno con el otro creando esa máquina de guerra con unos valores claros y siempre con el objetivo de mejorar para competir. Por ello, este Rafa no deja a nadie indiferente, es un espejo, un modelo a seguir, una pasión. A mí me tiene cada vez más entregado. Ya sea uno, el otro, o los dos juntos, me parece genial. El samurái, el sabio, el guerrero, el humilde, el pasional, así es como yo lo veo.


Emilio Sánchez Vicario